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May 23, 2022 2 min read

El otro día estaba navegando una red social y encontré este meme. 

Esta representación me pareció muy gracioso porque me sentí totalmente identificada. Creo que según va pasando el tiempo van cambiando las prioridades. Años atrás desde el lunes planificaba cómo sería mi fin de semana: si visitaría a mi familia, compartiría con mis amistades, tendría alguna reunión con amigos en casa, en fin, siempre había algo que planear. 

 

En los últimos años, incluso antes de la pandemia, me costaba salir. Y cuando me animaba estaba solo un par de horas y regresaba a casa, sintiéndome que no hizo ninguna diferencia el haber cambiado de ambiente. 

Entonces pienso que socializar no es lo mismo que conectar. 

Empecemos por la definición de ambos términos. 

Según la Real Academia Española, socializar es “adaptar a un individuo a las normas del comportamiento social”. Otra de las acepciones la define como “hacer una vida de relación social”. 

De la misma forma banal que suena la definición, así se siente. Socializar es algo superficial, se comparte, se mata el tiempo fuera del hogar luciendo galas, maquillaje, recorte, perfume, todo lo que estéticamente nos haga ver, lucir aunque no necesariamente sentir mejor. 

Y con frecuencia al llegar a casa no traemos nada significativo con nosotros, quizá con unos cuantos dólares menos en la cuenta. 

Por el contrario, cuando hablamos de conectar, el mismo diccionario define: “lograr una buena comunicación con alguien”. Ahí está el detalle. Lo que conversamos, lo que compartimos que pueda resonar con otras personas y que lo que ellas respondan haga un click con nuestro modo de pensar. 

Cuando esa conexión ocurre, la energía cambia. Se siente la armonía. El  tiempo pasa rápido, el humor mejora, la mente se relaja incluso cuando surgen los temas de profundidad. La conversación fluye de tal manera que nos entusiasmamos, nos sentimos compenetrados con quienes están en la misma actitud y se disfruta el momento. Al llegar a casa nos traemos esa sensación sosegada y placentera  de haberla pasado bien de una manera productiva, orgánica. Nos sentimos inspirados y queremos repetirlo. 

Esa conexión surge de manera espontánea. Lo bueno de practicar estas dinámicas es que  podemos discernir dónde, con quién y bajo qué circunstancias nos sentimos más cómodos. Aprendemos a conocernos a nosotros mismos y con quiénes compartimos. 

Cuando prestamos atención a las señales que nos da nuestro cuerpo podemos identificar con quiénes nos sentimos mejor. 

Si durante una conversación nos sentimos relajados, nos sentamos cómodos y sonreímos con naturalidad, ese espacio es el adecuado para nosotros. 


O si por el contrario, sentimos fuego en el estómago, la respiración se vuelve pesada, movemos un pie o una pierna rápidamente, nos mordemos el interior de las mejillas, esas son señales de que no te sientes cómodo y es mejor despedirse de una manera cortés y abandonar el lugar. 

Todo esto surge si prestamos atención a nuestras emociones y a nuestro entorno. 

Lo más importante es ser fiel a ti mismo, comparte con quien desees y tómate como prioridad sobre todo en momentos que pueden ponerte a prueba, elígete a ti. 


Cuidarte es quererte

Yami Otero
Yami Otero


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