October 17, 2022 4 min read
Regresar a una cueva en mi pueblo de Morovis que visité por primera vez a mis 8 años es una experiencia que me ha llenado de mucha ilusión.
Soy natural de La isla Menos. El cognomento surge porque para el año 1856 Puerto Rico sufrió una epidemia del cólera; una enfermedad que ataca el sistema gastrointestinal, provoca diarreas y vómitos que deshidratan rápidamente a la persona y muere. Nuestra isla, que según informes de la época la habitaban 500,000 perdió más de 25,000 por la enfermedad.
La única vez que visité las cuevas de Cabachuelas fue cuando estaba en la escuela elemental. Participé en una excursión y nos llevaron a varias cuevas. Recuerdo que fue necesario caminar muchísimo por un sendero de piedras y tierra, algunas áreas cercadas de manera rudimentaria con pedazos de madera.
Las Cabachuelas, que significa cueva pequeña caba/cueva y chuela/pequeña no proviene del lenguaje taíno, como en ocasiones se ha hecho creer, así nos explicó Myriam Rivera, nuestra guía principal.
Llegamos a las 8 am y nos reunimos frente a la escuela intermedia Angel G. Quintero Alfaro. De ahí partimos en caravana hasta llegar al área que nos permite acceso a las cuevas.
Regresar 40 años más tarde me conmovió profundamente. Recuerdo que casi no había casas en aquellos años. En la actualidad, el sector del barrio Barahona, donde se encuentran las cuevas está totalmente urbanizado y es necesario entrar por un camino pavimentado que pasa frente a decenas de residencias.
Una vez frente a la entrada al sendero de las cuevas nos entregaron equipo protector: casco con una lámpara y un bastón de senderismo para quienes desearan. La caminata estaba catalogada como nivel básico, lo que significa que no requiere equipo adicional como sogas o arnés para acceder a las cuevas.
Comenzamos a caminar, bajamos unas escaleras hechas de tierra y madera y que nos dio acceso a la vereda de piedras, hojarasca y verde vegetación. La mañana estaba húmeda y soleada.
Entrar en contacto con la naturaleza nos permite estar en el momento presente porque es necesario prestar atención al camino. Colocar el pie en un lugar resbaladizo puede hacer que te tropieces o te caigas. Por tanto, es crucial observar primero donde vas a pisar. También las ramas y bejucos en el camino pueden azotarte el rostro o rasparte si no estás pendiente. Es por eso que se recomienda vestir camisa de manga larga, pantalón largo y botas de senderismo, de esa manera puedes protegerte mejor.
Durante el recorrido se escuchaban el canto de los pájaros como el San Pedrito.
Durante la caminata pasamos al lado de un riachuelo que se encuentra entre mogotes y al subir la vista se aprecia un árbol de flor de maga, la flor emblemática de Puerto Rico.
Cabachuelas se encuentra en una finca de propiedad privada.
Gracias a la iniciativa de un grupo de moroveños existe el proyecto ecoturístico cooperativo Cabacoop, que fue gestado para la Reserva Natural Las Cabachuelas.
En la reserva se observar orquídeas de vainilla puertorriqueña, en estado silvestre, primicia que compartió Indira Belis, otra de las guías que nos acompañó durante el recorrido.
Belis nos explicó sobre la procedencia de los “joyancos o hoyancos”, son formaciones de la tierra en su proceso cuando emergió del agua hace miles de años, lo hace de forma irregular. La roca se expande en su ascenso y se crean unos canales son los zanjones. Estos zanjonesexisten en Lares y en Morovis, nos explica Belis.
Continuamos el sendero agreste, húmedo, caluroso y con llovizna, en el que caminábamos felices y emocionados en espera de encontrar la cueva.
Más adelante allí estaba la entrada a la cueva Cristales. Desde el exterior se podía observar las estalactitas.
Debido a lo pequeño del tamaño de la cueva nos dividieron en dos grupos.
La cueva se compone de estalactitas, estructuras de roca caliza que descienden desde el techo y estalagmitas, las formaciones que emergen del suelo. Además la cueva contiene formaciones helictitas o excéntricas, que se expanden hacia los lados como un sistema de raíces.
Al mirar las estalactitas y estalagmitas mantienen el color del barro cuando se filtra por la roca hasta llegar a las estalactitas. Sin embargo, algunas formaciones conservan su color blanco prístino, reluciente, con fragmentos de cristales propios de la roca caliza.
La roca caliza es blanda. En un nivel del 1 al 7, siendo 1 la categoría más blanda y el 7 la más sólida, la roca caliza es un nivel 4. Comparativamente, el cuarzo corresponde a un nivel 7.
Silencio en las entrañas de la cueva: un momento mágico
Como parte de la experiencia, Myriam nos invitó a guardar silencio y apagar las linternas por un instante para poder disfrutar el silencio solemne del interior de la caverna. Todos apagamos las linternas, lo que logró que estuviéramos en la oscuridad. Sentir la humedad, el silencio del espacio, que comenzó a volverse más cálido con nuestra presencia, logró que cada uno tuviese un experiencia personal con el silencio y lo que conlleva: ya sea vencer el miedo a la claustrofobia, a la oscuridad, a los insectos que pudiesen habitar la cueva. Algunos brindamos nuestra mano en señal de solidaridad a quienes sentían el temor de permanecer en un espacio pequeño.
Esos breves instantes de silencio nos permitió estar con nosotros, en nosotros y con la cueva. Cueva Cristales nos acogió, como una madre que espera a sus hijos con los brazos abiertos para darle su calor, comprensión y amor.
Ese instante nos conmovió. Al salir de la cueva el grupo de compañeros nos esperaba para iniciar el camino de regreso. Todos nos sentíamos conmovidos, acogidos, abrazados por la cueva. Con una tranquilidad y un sosiego que nos permitió apreciar mejor el verdor, los mogotes, los arbustos, el riachuelo y todo lo que nos recibió a nuestra llegada.
Nos despedimos de la cueva felices, agradecidos y orgullosos de tener tantas bellezas en nuestra isla.
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