July 25, 2022 4 min read
Regresar a practicar lo que te apasiona es una de las experiencias más gratificantes que podemos vivir. Cuando una actividad permite sacar lo mejor de ti, te ayuda a sentirte pleno, te brinda felicidad y te permite vivir en el tiempo presente, no la abandones.
Quienes me conocen saben que bailo desde hace muchos años. Comencé a los 9 años formando parte de grupos bailes folklóricos de Puerto Rico.
Ya en mi adolescencia - que ya se considera tarde- , me inicié en el ballet y en la danza contemporánea.
En cuanto al baile fui autodidacta cuando pequeña. Me gustaba mucho leer y en mi casa había gran cantidad de libros porque todos mis hermanos y hermanas (8 en total) estudiaron en la universidad, por lo que siempre había libros y enciclopedias impresas.
Entre ellas había una enciclopedia llamada “Mis primeros conocimientos”. Uno de los tomos estaba dedicado a las artes: música, dibujo y ballet.
Esa sección del tomo la devoré. Recuerdo tener unos 7 u 8 años. Todos los días buscaba el tomo de la enciclopedia en el cuarto que estaba asignado como biblioteca. Abría el tomo cuidadosamente. Aun recuerdo el olor a madera de sus páginas gruesas con textura áspera, opaca y con dibujos color rosado que mostraban las posiciones de las manos y de los pies cuando se practican ejercicios de barra.
Esa fue mi primera experiencia directa con el baile como disciplina. En mi hogar papi era el bailarín porque mi mamá nunca bailó en público. Solo cuando yo la tomaba de la mano y hacíamos que bailábamos tango: pasábamos de un lado al otro de los pasillos igual que las malas demostraciones del baile argentino que presentan en las películas y en las caricaturas.
En más de 40 años que llevo bailando, la sensación que siento cuando mi cuerpo se mueve rítmicamente es única. Siento un cosquilleo en el centro del pecho, una electricidad en todo el cuerpo, toda mi energía moviéndose. Es la misma sensación que he tenido en escenarios, en grabaciones de vídeos y hasta en una película que tuve la oportunidad de participar en una ocasión.
Ahora, como instructora de baile, primero de bailes de salón y luego de salsa los últimos 14 años de mi vida, la sensación es diferente. La razón es porque estoy enseñando a los demás en cómo aprender a moverse, cómo conocer su cuerpo, estoy enfocada en mis estudiantes, en que disfruten su experiencia de aprendizaje y que disfruten de la sensación que sienten al bailar.
El regreso como estudiante
La última vez que tomé clases de baile fue hace cerca de 20 años. Precisamente, fue salsa con Stacey López, quien luego de verme en su clase me invitó para que formara parte de su grupo de baile. Por supuesto que accedí. Con él tuve la oportunidad de representar a Puerto Rico en congresos de salsa fuera de la isla y lo considero uno de mis mentores y un extraordinario amigo.
A fines de junio de este año, navegando las redes sociales encuentro una publicación compartida por una conocida teatrera sobre clases de baile para adultos con Marcelino Alcalá en Ballets de San Juan. De inmediato lo contacté y me dio toda la información necesaria para asistir y me matriculé.
En el primer día de clase una gran emoción invadía mi cuerpo. Estaba feliz y dibujaba una sonrisa que no se me borraba. Hace más de 30 años que no entraba a un estudio de ballet. Sentir el piso de madera protegido por goma, una pared de espejos y las barras a los lados me transportaron mentalmente a Ballet Concierto de Puerto Rico. En esta ocasión yo con la madurez de mis años y mi experiencia de vida me permiten apreciar cada minuto esta oportunidad.
El grupo de estudiantes es diverso. En su mayoría adultos de 30 años en adelante, con muchos deseos de aprender. El maestro, Marcelino Alcalá por su parte, un experimentado coreógrafo, bailarín y productor de teatro musical. Un ser humano de un gran corazón, paciencia, sensibilidad y carácter.
Este compartir a la misma vez que adquirimos movilidad y nos divertimos es muy necesario.
Lo que ocurre en nuestro cuerpo
Nuestro cuerpo libera hormonas que aportan a nuestro bienestar y se liberan cuando uno realiza actividad física, encuentros sociales e interacción con personas de nuestro afecto.
Algunas de las hormonas que nos dan la sensación de bienestar son:
Dopamina: se libera cuando comemos bien, dormimos suficiente y alcanzamos nuestras metas. Nos da la sensación de satisfacción
Oxitocina: se libera cuando estamos en un ambiente de confianza, cuando en un lugar nos sentimos tranquilos y relajados. También nos da la sensación de bienestar.
Serotonina: se libera cuando tenemos actitud positiva, cuando nos proponemos metas y la ilusión que sentimos durante el proceso.
Endorfinas: se liberan cuando practicamos actividad física, hacemos ejercicios, bailamos, escuchamos música, etc.
Cual sea tu actividad favorita, practícala, en o fuera de tu hogar para que te beneficies de lo que tu cuerpo puede hacer por ti a través de las hormonas. Te mejora el ánimo y te permite sentir mayor libertad para hacer lo que prefieres. Ya sabes, ¡muévete!
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