July 18, 2022 6 min read
Café, ¡mmmm! Nada más de mencionarlo recuerdo y hasta siento el embrujo de su aroma.
Por más de 30 años tomé café. Recuerdo que desde niña, antes de ir a la escuela mi desayuno era café con galletas y queso, todo en una taza, en una extraña mezcolanza que mientras menos atractiva era para la vista, más deliciosa sabía. Es una tradición de familia y todos mis hermanos y hermanas terminaban el ayuno de la noche anterior con una aromática taza de café y pan, revoltillo, avena o lo que se les antojara.
Luego de llevar la tradición por décadas, llegó el momento de dejarla ir.
Haber trabajado en una sala de redacción por 13 años además de darme mucha experiencia, acrecentó mi hábito por la aromática infusión. Y no hablo de 1 taza de café al día, eso es normal y hasta saludable. Mi adicción era grande.
Mi día comenzaba con café recién molido en mi casa, luego lo colaba y llenaba una taza grande (10 onzas) hasta más de la mitad. Un café tan cargado que le decían “tinta”. A eso le agregaba bien poca leche y una cucharada (sí, cucharada) de azúcar morena. La potencia de esa bebida era equivalente a 4 tazas de café.
En el transcurso del día tomaba un “cortadito” después del almuerzo en la cafetería y ya en la tarde tomaba otra taza, a veces 2 más. Mi deseo por mantenerme alerta tomando café estaba fuera de control.
Mi sistema nervioso estaba tan sobrecargado que cuando terminaba mi jornada caía rendida en la cama como inconsciente. Pero en la mañana despertaba cansada.
Ya fuera de la redacción y dedicada a mi trabajo como terapeuta, reduje el consumo a 1 vez al día, pero lo que tomaba era la primera taza potente de la mañana y el efecto me duraba todo el día.
Hasta que en octubre de 2015 decidí dejarlo. Entre los ajustes que quise hacer en mi vida estaba dejar el café, el chocolate y el azúcar. ¡A la vez!
Lo que pasó
El primer día de la decisión corrió bastante normal, ya sea por el entusiasmo y el compromiso de no probar el café jamás o por la esperanza de los efectos positivos que notaría en mi cuerpo. Esa misma tarde me comenzó un leve dolor de cabeza.
Día 2:
Desayuné sin mayor complicación, pero el dolor de cabeza comenzó más temprano y se mantuvo todo el día. Ya me estaba empezando el mal humor y “no sabía por qué”.
Día 3
Ya ese día no hablaba, ¡Ladraba! Recuerdo que mi entonces pareja me hizo una pregunta que no recuerdo, pero sí me acuerdo que le grité con todas las fuerzas y casi le lanzo un plato en la cabeza al pobre. ¡Horrible! Yo no soy así. Luego comencé a llorar y me sentí frustrada.
Día 4
Todo comenzó a mejorar. El dolor de cabeza diario se fue y me sentía más relajada. En un momento sentí el deseo de colar café pero luego pensé que después de haber pasado cuatro días lo estaba logrando y debía continuar.
¡Y se hizo la luz!
Había pasado una semana y lo primero que noté fue la calidad de mi sueño mejoró significativamente: no era un sueño pesado, podía percatarme cuando me estaba quedando dormida, cosa que no sucedía antes. Y al despertar me sentía descansada. ¡Y eso era un gran paso!
Ya en la segunda semana notaba que mis pensamientos eran más claros, a diferencia de antes que sentía mi mente nublada y como lenta. A partir de esa semana mi mente estaba ágil y me sentía más alerta.
Mi carácter también mejoró y tomaba las cosas con más calma, estaba más relajada y tranquila.
Además de mi carácter, mejoró la apariencia de mi piel, en especial la piel del rostro. Incluso me preguntaron si me había hecho un “face-lift”. Mi rostro lucía radiante y terso.
Lo más importante que cambió para bien y significativamente fue la inflamación en las manos y en las extremidades. Claro, también dejé el azúcar y el chocolate con leche,
Lo que produce el exceso de cafeína
Resulta que el exceso de cafeína produce fatiga suprarrenal, es decir, en las glándulas localizadas sobre los riñones y provoca que tu cuerpo y tu mente estén en piloto automático trabajando y moviéndote constantemente. Además, el sistema nervioso se calmó ante la ausencia de la cafeína y ya no tenía tantos antojos de comer dulce o salado como consecuencia del sube y baja de azúcar en la sangre.
Ya ha pasado más de 6 años y no me arrepiento de la decisión que tomé. Puedo ver a otras personas tomar café y no siento tentación. El aroma del café me fascina, sin embargo, el solo pensar el daño que me hacía sus efectos, me permite reafirmar que ha sido una decisión acertada.
Para quienes quieren dejar el café
Quiero aclarar que el café no es perjudicial para la salud, si lo tomas con moderación, es decir, una taza al día. Sin embargo, cuando tomas muchas tazas al día y bien fuerte y azucarado, ya el sistema nervioso y los niveles de azúcar en sangre comienzan a tener problemas.
Algunas personas se me han acercado y me comentan que desean dejar el café pero están temerosos de cómo reaccionarán. Si ese es tu caso, hay maneras de abandonar el hábito paulatinamente. Yo me fui al extremo y por eso tuve una reacción fuerte porque rompí mi adicción en frío. Sí, era una adicción. Si la ausencia de algún hábito rutinario hace que tu carácter cambie súbitamente, tienes explosiones de coraje, mal humor y desesperación, puedes considerarlo adicción.
Alternativas:
Existe en el mercado alternativas de café confeccionadas con distintas hierbas aromáticas. Se preparan igual que el café: en una greca, espresso, en French Press o con colador. La marca que utilizo se llama Teeccino y es deliciosa. También en el mercado se encuentra disponible Dandy Blend, hecha con la raíz de diente de león.
Estas alternativas puedes mezclarlas con la harina de café regular hasta que la sustituyas totalmente por la harina de hierbas. El proceso puede durar varias semanas.
Existe otras alternativas como el café de garbanzo, pero este contiene cafeína. Así que si tomas la decisión de dejar el consumo totalmente, re recomiendo optes por alternativas libres de cafeína.
Por qué no el café descafeinado
El café descafeinado contiene cafeína pero en una cantidad menor. Una taza de café regular contiene entre 75 a 150 mg de cafeína, mientras el descafeinado tiene 10 mg.
Además, los químicos solventes que agregan a los granos de café para reducir la cantidad de cafeína como el benceno (carcinógeno humano) y el dióxido de carbono no se remueven durante el tueste. Esto puede ser perjudicial para la salud.
Cómo dejar el café sin rayar en la locura durante el proceso
Diluye el café gradualmente hasta que consumas solo agua caliente: comienza con 90% de la harina de café que consumes regularmente para una taza y agrega 10% agua adicional. Hazlo por una semana o más.
Luego reduce a 75% de café y 25% de agua. Hazlo por una semana.
Ya puedes ir más rápido, por cuatro días seguidos intenta 50% de café y 50% de agua.
Ya puedes dejar el café y cambiar a agua caliente con limón
Estrategias adicionales
Considera cambiar a té de hierbas como el té de diente de león. Sabe como el café y tiene aproximadamente 25 mg de cafeína por taza comparado con 75 mg o 150 mg de cafeína que tiene una taza de café.
El Ginseng puede ayudarte al desbalance que ocurre por dejar la cafeína. El café contrae los vasos sanguíneos mientras que el ginseng los dilata. Asegura que tomes el ginseng antes de que aparezca el dolor de cabeza. Sigue las instrucciones de la etiqueta.
Considera cambiar a los tés de hierbas como el té de diente de león. Sabe como el café y ayuda a limpiar el hígado.
Trata las alternativas Dandy Blend o Teeccino.
Bebe 8 vasos de agua al día. Mantenerte hidratado es importante.
Duerme por 8 horas, es la manera natural del cuerpo para recuperarse del cansancio y combatir enfermedades.
Ejercítate. Una actividad física por 30 minutos de 3 a 5 veces por semana te dará energía y te ayudará a la eliminación.
Come alimentos balanceados con proteínas, carbohidratos y grasa todo de alta calidad en las tres comidas.
Come despacio para que te percates cuando estés satisfecho en lugar de comer descontroladamente y parar cuando te sientes muy lleno.
¿Has tratado de dejar el café?¿Lo has pensado? ¡Cuéntame!
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