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September 05, 2022 4 min read

Por muchos años - cuando no llevaba un estilo de vida saludable - me enorgullecí de ser fuerte de sentimientos, de no llorar ni derrumbarme - al menos delante de la gente- cuando sentía que debía  permanecer como un roble para otros. 

Cuando ocurría la pérdida de un miembro de la familia de un ser querido, cuando alguien perdía un trabajo o tenía una prueba de vida dura, ahí yo estaba presente. Ofrecía mi hombro y daba palabras de aliento para que la persona se sintiera  “fortalecida” en esos momentos. 

Y la admiración de otros cuando me decían “eres tan fuerte, quisiera tener tu fuerza para poder hacerle frente a esta situación” era como añadir combustible al fuego del ego que me hacía sentir superior por mi ausencia de quebranto en situaciones difíciles. 

Con el tiempo comprendí que me estaba haciendo daño. Comenzaron a surgir condiciones de salud y manifestaciones en mi salud  emocional que no daban buena señal. 

Crecí en un ambiente donde era importante ser fuerte. Y  más cuando vives en el campo, era algo que te inculcaban con frecuencia “tienes que ser fuerte” “de los débiles no se ha escrito nada”, “te pasarán por encima si eres débil”. Mucha información que amenazaba con mi estabilidad, mi seguridad, mi futuro y mis aspiraciones si yo mostraba alguna señal de debilidad. 

Al moverme a la “otra vida” que es mi vida como he querido llevarla, en mis términos, amando y sirviendo a otras personas a través de mi trabajo y de mi modo de vida, me percaté de la importancia de estar en contacto con las emociones. 

Esconder tus sentimientos hará que se arraiguen más en ti. En cambio, si te tomas el tiempo de sentir las emociones, puede que sea sobrecogedor al principio, y en cuestión de unos minutos pasa. El alivio que sientes es sanador. 

Trabajar con la atención plena y visitar una psicóloga me ha ayudado a entrar en contacto con mis emociones. Además de comprender lo saludable que es aceptar nuestra vulnerabilidad como personas, contrario a buscar la manera de adormecernos, ignorando o pasando por alto nuestros sentimientos para no mostrarlos a los demás. 


Descubriendo emociones

La primera vez que estuve en contacto intencional y directo con mis emociones fue a través de una meditación guiada. Era una meditación sobre los sentimientos de coraje y la tristeza profunda. Se realizaba a través de respiraciones específicas relatadas por la maestra a cargo de la meditación. 

Al profundizar con el sentimiento de coraje lo sentía en el abdomen, sentía como si fuego saliera de mí. También comencé a sentir hormigueo en las manos, en las piernas y una sensación de calor. Sentí con todo mi cuerpo esa ira, ese coraje. No sé por cuánto tiempo, quizá por varios minutos. Luego de llegar a su intensidad tope, las sensaciones se fueron disipando. 

Cuando la sensación de coraje desapareció lo que sentí fue una tranquilidad y liviandad increíbles. La mente y el  cuerpo relajados, la respiración profunda y lenta. Tomar esos minutos para estar en contacto conmigo hizo una gran diferencia en cómo me sentí antes y después del ejercicio. 

Otro día dediqué la meditación guiada a la tristeza profunda. Mediante las indicaciones de la maestra de meditación he podido llegar a un estado en que siento dolor en el pecho, en el corazón. No como de ataque cardiaco, solo que me duele el corazón por tanta tristeza. Y he llorado. He llorado mucho: por lo que he perdido, por los que ya no están, por mi pasado, por mis fracasos en mis relaciones sentimentales. Pensé que moriría llorando, tampoco fue así. 

Permitirme sentir la tristeza profunda me tomó unos cinco minutos, que  se hicieron eternos. Digo 5 minutos porque me fijé en el momento en que comencé a practicar el ejercicio de conexión con mi tristeza. Pensé que se me desprendería el corazón del pecho y de que se me secarían los ojos por tantas lágrimas. Ninguna de las dos cosas sucedió. Me sentí cansada al final, también liviana. En esta ocasión sentí agradecimiento a mí misma por permitirme esa oportunidad de mostrarme vulnerable, presente, humana. ¡Qué alivio!

Reaprender y reconocer mis emociones ha sido un acto de liberación. Liberación de lo que nos han hecho creer y de lo que pensamos de nosotros mismos. 

Esta tarea requiere guía. Quizá dependiendo de lo disciplinada que sea la persona pueda lograrlo sin ayuda. 

En mi caso, poder contar con maestras de meditación y una psicológa me ha permitido tener acceso por primera vez en mi vida de un tema que no en muchos hogares se habla. La razón puede ser evitar ser expuestos a nuestra humanidad, a nuestra vulnerabilidad. 

La tecnología e internet ha permitido que podamos tener acceso a todo tipo de información. De la misma manera también permite acceder a profesionales de la salud y consultas en modo presencial o virtual. Mientras más acceso a diferentes herramientas para nuestro beneficio, mejor podemos aprovecharlas y entender cómo son nuestras emociones y cómo vivimos con ellas. 

En mi caso he utilizado la herramienta  insight timer, que me ha servido de mucha ayuda. Cuenta con meditaciones guiadas, temporizadores para programar tiempo de meditación, sonidos de fondo, una comunidad de personas que practican la meditación en todo el mundo y si lo deseas puedes contactarlas directamente. 

Te invito a que te permitas la oportunidad de entrar en contacto con tus emociones. Es saludable, sanador y liberador. Para tener una mejor guía te recomiendo que lo practiques junto a un coach o un profesional con doctorado en psicología. Te servirá de gran ayuda.

 

Cuidarte es quererte 






Yami Otero
Yami Otero


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